domingo, 11 de enero de 2009

La ciudad iluminada


Las personas levantan carteles para esperar a los recién llegados, una mujer abraza a otra y ambas asienten con la cabeza ante la pérdida de un ser querido, una beba corre por el pasillo y mi hermana que no llega. Escucho por la alta voz que el vuelo de Madrid con destino a Argentina está sobrevolando la zona. La nieve afecta a Europa, mientras el cese de fuego en Gaza se hace interminable. Ya ni siquiera paran tres horas para que llegue la ayuda humanitaria. Pero el mundo globalizado es absolutamente democrático. Mientras que la gente sigue muriendo y miles de cadenas enviadas por internet muestran las fotos del horror, sigo viendo por la televisión los misiles de los tanques, la ciudad iluminada bajo el fuego, los niños que corren por las calles, las caras manchadas de sangre y cuerpos convertidos en basura. Ya no importa si son palestinos o israelíes, son historias sepultadas en la tierra.
Una madre que llora a su hijo muerto, un hombre que pide por la búsqueda de su mujer, gente grande y joven hundida por una causa. ¿Qué cosa justifica tanto sufrimiento? Los países están de vacaciones, la presidenta argentina tiene problemas de salud y todo pasa tan rápido que nadie puede retenerlo. La frase: ya fue se adueñó del mundo.
El árbol que da a mi ventana apenas se mueve por el viento. Detrás del agua, a miles de kilómetros de acá, sigo viendo la ciudad iluminada de misiles; él se esconde detrás de una roca, mira hacia un punto, y todo sigue igual.

Antonella Tártalo.