martes, 13 de noviembre de 2007


MUSEO DE LA REVOLUCIÓN

Ideología y literatura

Martín Kohan narra la represión y las ideas revolucionarias
a partir del testimonio de un joven militante de los años 70.
El ensayo y la ficción se interponen en su sexta novela.

La literatura sobre la última dictadura es tanta que resultaría muy difícil agregar algo significativo a la larga lista de títulos que intentan reflejar la historia del horror.
En Museo de la Revolución, Martín Kohan intenta mostrar los pensamientos ideológicos de un militante revolucionario de aquella época. Para contarlo utiliza tres historias diferentes que por momentos se conectan y al final forman una misma. Por un lado, un joven de la izquierda socialista, Rubén Tesare, viaja en 1975 hacia Laguna Chica, un pequeño pueblo cordobés, para encontrarse con un compañero que bajaría desde el monte tucumano para recibir un bolso. El problema aparece cuando este no llega a la cita y Tesare cumple la orden de su organización de esperarlo un día más y desacata la indicación de pasar inadvertido cuando conoce a una pasajera con la que compartirá la habitación del hotel. Por otro, veinte años después, Marcelo, un editor argentino, viaja a Cuidad de México para negociar algunos títulos y evaluar la posibilidad de editar las notas de Tesare, desaparecido durante la última dictadura, que las conserva Norma Rossi, una misteriosa mujer argentina exiliada durante los años 70, con la que Marcelo tendrá una relación “amorosa”.
La tercera historia son las reflexiones que Tesare escribía en el cuaderno Gloria azul sobre textos de Marx, Lenin, Engels y Trotsky y la historia íntima de aquel viaje a Laguna Chica. Aquí Kohan utiliza a Norma Rossi, quien le lee a Marcelo en cada encuentro de manera obsesiva, para realizar una especie de ensayo sobre los pensamientos comunistas dentro de la novela.
El autor acierta al elegir los tiempos y espacios de cada de cada narración y logra hacer más entretenido el relato. No es casual que Marcelo viva en el año 1995, en pleno mandato menemista, y Tesare en una década marcada por el horror y el terrorismo de Estado.
El libro no está constituido por capítulos ni fragmentaciones, sino que las aventuras de Marcelo en México están contadas en primera persona y las de Tesare en tercera, intercalándolas con un punto y aparte. Además, aparece desde la voz de Norma Rossi, que lee en el auto, en un restaurante, en el hotel, y hasta en la propia tumba de Trotsky, el análisis sobre textos de la revolución, como Bolchevismo y stalinismo de Trotsky, Las tareas de la revolución de Lenin, Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engles, entre otros.
Por momentos le da demasiada importancia a las transcripciones literarias, es decir pasa más de veinte páginas sin hablar de otra cosa, transformándolo en un ensayo, y se olvida de que es una novela y quizás el lector quiera saber qué ocurrió con Tesare.
Recién en las últimas páginas uno se entera cuál fue el destino del joven militante y qué pasó esa noche en Laguna Chica.
En ese momento, Kohan intercala el diálogo con el monólogo para contar minuciosamente la resolución de la novela, que al principio hubiese sido inesperada, y logra un encuentro entre el lector y el autor.
Kohan es escritor y profesor, tiene 40 años y se inició en la literatura con La pérdida de Laura, una novela debut a la que siguió Muero contento, un volumen de cuentos cortos. Después llegaron las novelas históricas –El informe y Los cautivos–, otro libro de cuentos, dos de ensayos y sus últimas novelas: Dos veces junio y Segundos afuera. Ahora esa mezcla de estilos en la literatura parecen conjugarse: Museo de la Revolución, como bien lo explica el título es un gran museo de ideologías, donde mezcla el ensayo con la ficción e incurre básicamente en la reconstrucción histórica.

María Belén Videla

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