jueves, 20 de septiembre de 2007

ENTREVISTA A LUIS FELIPE NOÉ



El artista que supo pintar su propia arca

Es uno de los artistas plásticos más trascendentales de nuestro país. Con más de cincuenta años de trayectoria, Luis Felipe Noé recorre su carrera y la sigue recreando como si fuera la primera vez.

Tacuarí 763; en un barrio donde la gente no se cansa de caminar, de ir y venir constantemente, donde las veredas siguen teniendo el tamaño de la época colonial, en una casa antigua que parece construida ayer, vive el artista Luis Felipe Noé.
Sería muy difícil decir cuál es exactamente su profesión. La mayoría de la gente lo conoce como pintor, pero no sólo pinta, sino que, además, es periodista, teórico y escritor.
Apenas toco el timbre veo a un hombre bajar las escaleras. Me invita a pasar y me impresiona su agilidad física; con 74 años no perdió ningún movimiento, parecería que sus piernas responden como hace treinta.
Es complicado imaginarse la casa taller de un maestro de la pintura, pero alrededor nuestro todo es arte: las paredes plagadas de colores, sus inmensos cuadros, bibliotecas repletas de libros, lápices, hojas y pinceles hasta en el baño.
Nos sentamos en una mesa larga, donde ha estado revisando libros del Romanticismo, de León Ferrari y algunos escritos propios, debido a que este año tiene pensado publicar Noescritos, un libro que recorrerá 40 años de carrera. “Son artículos que vengo escribiendo desde 1966 sobre eso que se llama arte”, explica el artista.
Luis Felipe Noé o “Yuyo”, como lo llama la mayoría, estudió un año y medio con el maestro Horacio Butler, mientras cursaba la carrera de Derecho, la cual dejó luego de cuatro años porque según él lo único que hacía era recorrer los pasillos de la universidad.
Considerado prácticamente un autodidacta, él se define: “tengo un poco de las dos cosas, Butler me dio el pie para iniciarme y el resto lo hice yo solo, porque desde los diez años iba a todas las exposiciones y conocía a todos los pintores. Cuando me tenían que hacer regalos yo pedía libros sobre pintura. Es decir, empecé a ser autodidacta desde muy chiquito”.
Criado en el ceno de una familia cultural -su padre era abogado pero también había ejercido como periodista en la revista literaria Nosotros y publicado dos libros de poesía- hizo su primera exposición individual en 1959, acompañado por los nervios habituales que se pueden tener la primera vez.
“Llegué un poco tarde porque tenía miedo ese día. Butler estaba en la puerta y me dice ‘vine temprano por si no me gustaba, pero debo decirle que usted haciendo exactamente lo contrario de lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado buen resultado’, y ahí me relajé y entré como si me hubiesen dado el premio Nobel”, cuenta Noé, mientras ríe y balbucea tratando de recordar aquello que según demuestra le trae nostalgia.
Me señala una foto enmarcada en un gran cuadro, por lo que imaginé que quienes estaban allí eran importantes para él. Pero antes de que yo le preguntara quiénes eran esos cuatro hombres me dice: “Esto es en 1961, acá estaba con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega”. Eran las épocas que junto a estos tres pintores Noé formó el movimiento que se llamó la Nueva Figuración, aunque él aclara que el nombre fue un invento del crítico francés Pierre Restany porque ellos lo habían llamado La otra figuración.
“Era un momento de mucho prejuicio entre los abstractos y los figurativos, nosotros queríamos hacer un movimiento fuera de eso. Empezamos a convocar a otros colegas, algunos nos dijeron que no porque eran abstractos, otros que no por figurativos, y al final los que habíamos invitado después fueron conocidos como Neofigurativos, al igual que nosotros”.
Además, confiesa que nunca fue ni será un pintor social, pero a la hora de crear siempre ha tenido en cuenta los acontecimientos históricos. Una de sus primeras exposiciones, Feria federal, trataba el enfrentamiento entre unitarios y federales, y en el 64 hizo varias obras referidas al peronismo, lo que no quiere decir que él haya sido un entusiasta del partido. Su familia, tanto sus padres como sus abuelos, era muy antiperonista. Su papá fue uno de los autores del libro negro de la segunda tiranía, pero él aclara que no lo consideraba ningún gorila, porque para serlo hay que ser bruto y militar, dos cualidades de las que su padre carecía.
A pesar de que tenía sólo doce años cuando Perón asumió la presidencia, Noé quedó muy marcado por ese personaje que en su familia repudiaban. “El 17 de octubre de 1945 yo sentí que algo se rompía, se quebraba. Eso después fue una característica para mis obras. Yo hablo de visión quebrada, de ruptura de la humanidad, esa fue la sensación que tuve del peronismo, tanto que cuando ahora me preguntan cuál es el pintor que más influyó en mi carrera, yo contesto Perón. Esto no quiere decir que Perón haya sido pintor, ni que yo haya tenido orígenes peronistas, pero lo que sentía cuando salía de mi casa y veía las manifestaciones peronistas es indescriptible, me subyugaban los bombos y en ese momento no estábamos acostumbrados a eso”, enfatiza.
Suena el teléfono, Noé pide disculpas, se levanta a atender y escucho su voz desde lejos.
-Vos debés saber ¿cuántos son 7200 caracteres? Yo a esta edad ni me acuerdo.
-Dos hojas y media, más o menos – respondo modestamente.
-¡Cuánto que voy a tener que escribir!
-¿Para qué? – pregunto atrevidamente.
-Me están pidiendo que escriba una nota para Caras y Caretas.
El pedido del editor de la revista vuelve a poner en funcionamiento la crítica y análisis del arte, que también es parte de lo que Noé hizo durante toda su vida.
Su primer libro, quizás el que más le marcó, lo publicó en 1965 y lo llamó Antiestética, aunque su nombre original era Estética en la antiestética. Más tarde llegaron Una Sociedad Colonial Avanzada (1971), Recontrapoder (1974), A Oriente por Occidente (1992), El Otro, la Otra y la Otredad (1994).
Los momentos en que el artista plástico escribe y pinta son diferentes. Confiesa que cuando piensa en el mundo pinta y cuando piensa en pintura escribe.
“Yo pienso en el mundo y me salen imágenes, aunque a mí me querían condicionar más para la literatura lo que me atraía eran las figuras. Luego de hacer las obras y tomar conciencia de lo que había hecho, pensaba y escribía, por eso no creo en el resultado de la teoría anterior al acto, uno piensa en su propio lenguaje, el mío es el de la pintura”, explica en medio de lo algunos podrían llamar desorden, pero difícil sería verlo de esa manera cuando ese desarreglo implica toda la riqueza del artista, en todas sus formas, tanto en libros, como en dibujos, o simplemente en hojas y lápices.
Casado hace 50 años y padre de dos hijos que actualmente viven en el extranjero y eligieron como su padre el camino del arte - Gaspar es cineasta y Paula escritora -, Noé confiesa que el mejor regalo que le dieron el día que festejó con su mujer el cincuentenario de estar juntos fue ser nombrado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
“A pesar de que es una gracia republicana porque la legislatura te designa, no deja de ser gracioso, pero yo en mi discurso agregué que había otra razón para celebrar. Ese día hace 50 años yo estaba saliendo del registro civil con mi mujer. Igualmente fue un regalo porque, además, vinieron mis hijos y mis nietas de Europa”.
En cada palabra que salía de su boca demostraba ese inagotable entusiasmo no sólo por crear, sino también por buscar y pensar. A los 74 años, el pintor acaba de finalizar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) la muestra Noé en línea, que abarca un panorama de dibujo de todas sus etapas artísticas e incluye obras nuevas e inéditas. “Presenté un dibujo del 57, es de antes de mi primera muestra. Lo había dibujado en Humahuaca cuando me fui de luna de miel”.
La exposición fue una retrospectiva, es decir, es la primera que abarca un panorama de los dibujos de todos sus tiempos como artista. “Está centrada en el dibujo porque a mí en este último tiempo me interesa mucho la relación de tensiones entre el dibujo y la pintura, no hago diferencia entre las dos disciplinas”.
Ya pasaron tres horas de entrevista. El timbre suena y Noé se vuelve a levantar. A los pocos minutos aparece, pero acompañado por una aprendiz a la que le transmitirá todos sus conocimientos.
Así, el reconocido artista plástico, quizás el más consagrado de nuestro país en estos tiempos, se despedía. Nuevamente me acompaña a bajar las largas escaleras que recorren y acompañan las paredes llenas de colores de un taller que pasará a la historia.

María Belén Videla

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola bel, muy buena!
besos
fran