martes, 2 de octubre de 2007

40 años

El Lugones de la Historia

Quedan pocas salas pequeñas donde la acústica es perfecta y la gente puede disfrutar películas extranjeras o nacionales que no son aceptadas en los espacios comerciales. Sí, el Lugones es ese lugar íntimo, mágico y silencioso donde uno logra meterse en la historia dejándose llevar por sus sensaciones hasta que la pantalla se apague.

Hace ya 40 años que permanece en el décimo piso; con sus alfombras azules, revestimiento de madera en sus paredes y las butacas justas. Está dentro del Teatro San Martín, un espacio emblemático para Buenos Aires, donde aún hay una persona que te indica la ubicación antes de entrar y te da un programa general con los films que se pueden ver, y si le preguntás que te recomiende una, sabe qué responderte.

Allí podés encontrarte con escritores, artistas, críticos de cine, aficionados, algunos grupos de mujeres grandes que se juntan siempre a ver los ciclos de cine o las parejas de novios. Tal vez hasta alguien que llegó y le pregunta a su compañero de al lado de qué se trata la película por qué estaba de paso y vino al cine. Sin olvidarme de los que se quedan dormidos antes de que empiece el films, o la señora que le cuenta sus problemas a la amiga y tenes que decirle que se calle.

Recuerdo que la última proyección que fui a ver es Stalker de Andrei Tarkosvki. Un maravilloso viaje a La Zona, un pequeño espacio de Rusia donde cayó un meteorito y el ejército decidió prohibir su entrada. En este misterioso lugar los sueños parecen hacerse realidad, pero no hay forma de salir. Los personajes hablan poco porque las imágenes trascurren sin sobresaltos, de forma perfecta y pausada.

Desde su inauguración el 4 de octubre de 1967 con la proyección del clásico La pasión de Juana de Arco (1927), de Carl Theodor Dreyer pasaron algunos directores como Win Wender, Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Charles Chaplin, entre otros.

Cuando pregunto a algunas personas que estuvieron cuando se abrió la sala me cuentan que ese lugar hace que uno no pueda despegarse de las imágenes cuando las luces se apagan. A mí también me pasa lo mismo cada vez que voy. La sala Lugones no es sólo un lugar para ver una película, sino donde uno deja volar su mente para entrar en otro lugar.


Antonella Tártalo

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